
Los escombros del PRD
Alejandro Encinas Rodríguez
La imagen es elocuente. Teniendo como trasfondo el Monumento a la Revolución Mexicana, misma a la que contribuyeron a sepultar al suscribir el Pacto por México, se despliega un escenario propio del realismo mágico de nuestro folclor nacional.
Bajo los arcos del que fuera el proyecto porfiriano para establecer la Cámara de Diputados; ícono del partidazo institucional, y emblema del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, cuyo recuerdo se ciñe a su fundación en 1954, cuando dio cabida a militares nostálgicos de los cuartelazos y, posteriormente, en 1988, cuando el partido paraestatal brindó su registro a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas tras la ruptura de la Corriente Democrática con el PRI, los perredistas conmemoraron su 29 aniversario vitoreando al candidato y a dirigentes del Partido Acción Nacional, el partido que surgió de la oposición de la derecha a las mejores causas de la revolución de 1910 y del cardenismo del que emanó su ideario político: la reforma agraria, la expropiación petrolera y la educación socialista.
A lo largo del templete se extiende el aparato perredista acompañado de sus otrora adversarios, entre otros, el heraldo de los video escándalos y de la guerra sucia contra el perredismo, cuyas enseñanzas hoy son replicadas de manera cínica en la campaña electoral por una partidocracia ávida en conservar sus cotos y privilegios, y que, al igual que la extrema derecha centroamericana, ha hecho de la calumnia, la violencia, el chantaje, el desvío de recursos públicos y la compra de votos, el signo de la nueva izquierda subordinada al poder.
El acarreo forzado de los trabajadores al servicio del Gobierno de la Ciudad vuelve por sus fueros, bajo la oferta de plazas para los trabajadores eventuales o la amenaza de despidos. Está presente el ex Jefe de Gobierno a la expectativa del fallo del Tribunal Federal Electoral sobre la impugnación que sus aliados, quienes promueven un gobierno de coalición, han interpuesto a su candidatura al Senado.
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